La Argentina muestra en el último siglo un desempeño muy inferior al de países con similares características. Si hubiese crecido como Chile o Australia tendría un nivel de ingresos entre un 50% y un 68% superior al actual. Esto sería suficiente para reducir a menos de la mitad la pobreza, aunque se mantuviera la regresiva distribución del ingreso prevaleciente. La acumulación de frustraciones es la consecuencia de que el país no fue capaz de consensuar políticas para un crecimiento sostenido. Ante el estancamiento, tendió a abusar de mecanismos de redistribución de ingresos muy rudimentarios. Para no seguir desaprovechando oportunidades es clave una autocrítica colectiva que lleve a replantear estrategias. En el balance de los 200 años que cumple la Argentina los resultados son contradictorios. Al final del primer siglo el país ofrecía una imagen de prosperidad y promisorio futuro. La Argentina se colocaba en similitud de situaciones con los países desarrollados y se proyectaba como un lugar de grandes oportunidades. Los masivos flujos inmigratorios ponen en evidencia que era un país donde abundaban las elevadas expectativas de mejoras en la calidad de vida y, gracias a ello, se configuraba una sociedad multicultural y multiétnica con enormes potencialidades. Había muchas razones que justificaban celebrar el primer centenario como una auténtica fiesta. ¿Hay motivos para asumir el bicentenario con una evaluación más crítica y pesimista sobre el desempeño que tuvo la Argentina? El voluminoso y monumental trabajo de Angus Maddison que recoge estadísticas de largo plazo para la mayoría de los países permite plantear con objetividad tendencias y comparaciones en torno al desempeño económico de la Argentina en el último siglo:
• Entre 1910 y el 2010, el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita en dólares de 1990 de la Argentina pasó desde U$S 3.822 a U$S 11.258.
• Si la Argentina hubiese experimentado en el mismo período el crecimiento observado en Chile su PBI per cápita sería hoy un 50% más alto. • Si la Argentina hubiese tenido el desempeño de Australia su PBI per cápita en la actualidad sería un 68% más elevado.
Los datos son muy indicativos del pobre desempeño argentino. Chile es un país con similitudes geográficas y culturales, que en 1910 tenía un PBI per cápita un 21% inferior al de la Argentina. En la actualidad, su PBI per cápita es un 20% superior. La diferencia estriba en que, entre 1910 y 2010, la producción argentina per cápita creció a una tasa promedio anual de 1,1%, mientras que la de Chile lo hizo a 1,5%. Fueron claves las últimas 3 décadas cuando Chile creció al 3% y la Argentina apenas al 1% anual. La comparación con Australia también cabe en virtud de que en 1910 tenían similar dotaciones de factores productivos: mucha tierra fértil y trabajo inmigrante. Australia y Chile enfrentaron desafíos parecidos a los de la Argentina y supieron aprovechar mucho mejor las oportunidades. Las connotaciones sociales de estas diferencias no son triviales. Si el nivel de ingreso por habitante fuera hoy en Argentina entre un 50% y un 68% más alto, la pobreza sería significativamente más baja aún cuando no se modificara la desigual distribución del ingreso prevaleciente. Asumiendo que en la actualidad la pobreza se ubica por encima del 20% de la población total, si los ingresos de toda la población fueran entre un 50% y 68% más altos, la incidencia de la pobreza se reduciría a menos de la mitad. Es decir, con niveles de crecimientos como los experimentados por Chile o Australia en el último siglo una parte importante de los problemas sociales argentinos estarían resueltos. Ante el fracaso en términos de crecimiento económico se apeló a mecanismos muy rudimentarios de redistribución de ingresos. El ejemplo más ilustrativo es la educación. Desde 1910 hasta el 2010 el sistema público de educación muestra un marcado y sostenido proceso de deterioro de su calidad. Como contrapartida se ha apelado con creciente énfasis a la asistencia social. La educación de alta calidad para toda la población es el mecanismo por excelencia de promoción del crecimiento con equidad; la asistencia social es, en el mejor de los casos, un mero paliativo frente a la falta de buenos empleos para toda la población. En el segundo siglo han abundado episodios de intolerancia política, irracionalidad económica y falta de imaginación para enfrentar los problemas sociales. Por eso, el país ha dejado de ser una tierra atractiva para la inmigración y pasó a expulsar a parte de sus nuevas generaciones. En este marco, en el bicentenario hay pocos motivos para el festejo y muchos para promover una profunda autocrítica colectiva y una reflexión tendiente a no seguir repitiendo los muchos errores cometidos en el segundo siglo de vida.
Fuente: IDESA
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