El día martes 23 de febrero pasado, se conoció la noticia que Francisco Madariaga Quintela era hijo deAbel Madariaga y Silvia Quintela, quien fue secuestrada en enero de 1977 y aún permanece desaparecida y que había sido apropiado por el ex capitán del ejército Víctor Alejandro Gallo, el cual ya fue condenado en 1997 a diez años de prisión por un Tribunal de San Martín por su implicación en la llamada Masacre de Benavídez, donde un matrimonio y su hija fueron asesinados, en 1994.
Francisco se transformó en el nieto número 101 que fue encontrado por la organización Abuelas de Plaza de Mayo.
Pero lo novedoso, fue que su padre biológico está vivo, es el actual secretario de esa institución y además, fue un pilar esencial en la búsqueda sostenida durante todos estos años.
Por nuestra parte, nos llena de alegría saber que este argentino al cual desde el momento mismo de su nacimiento, un sistema terrorista le había quitado varios de los derechos esenciales que rodean a la persona humana y fundamentalmente el derecho a la identidad, puede acceder libremente a saber, a ser total y plenamente.
Recordamos que el robo de bebés y todas las acciones laterales, fue expresamente dejado de lado en aquel manto de olvido que estableció la llamada Ley de Obediencia Debida y Punto Final, la cual después de una Pascua donde la casa no estaba en orden, rigió por varios años, hasta que pudo ser derogada.
Las alternativas de la vida en estos 32 años por parte de Francisco dentro de un ámbito familiar falso y basado en la aberración de uno de los delitos más deleznables que se pueden cometer, creemos que deben ser de exclusivamente de él y de su entorno familiar y social cercano y de aquellos que colaboraron en el descubrimiento. El delincuente fue tal por haber sustraído violentamente a una persona indefensa, no por ser mejor o peor falso padre.
Pero si quiero destacar, meditando desde la profundidad de los ojitos trasparentes de mi nieta más pequeña, que la sociedad debe seguir apoyando la búsqueda de identidad de todos sus miembros y en ese sentido, la acción de Abuelas de Plaza de Mayo es esencial e inigualable.
También quisiera homenajear al padre, que reivindica al género masculino, a veces poco valorado, en su lucha incansable por encontrar a su hijo y con él la verdad.
Por último, esperemos que después de un juicio justo y con garantías, el delincuente pueda ser correctamente castigado. Eso será la reivindicación que como sociedad nos merecemos.
Rodolfo Santecchia
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