lunes, 1 de marzo de 2010

El salario real llegó a su techo

28 de Febrero de 2010 – Número 326
La inflación asociada a la mega devaluación del 2002 redujo a la mitad el salario real. Esta fue la base de sustento del ciclo ascendente que mostraron las remuneraciones y el empleo en los años siguientes. El proceso se agotó en el 2009 cuando los salarios recuperaron el poder de compra que tenían antes de la devaluación. Llegado a este punto se hace explicito que el salario real depende de la productividad y no de los aumentos nominales que se fijen en las paritarias. Bajo condiciones de inflación espiralizada, las negociaciones salariales con incrementos del orden del 20% no van a llegar a compensar el aumento de los precios. (Leer nota completa)
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Las paritarias para el 2010 se están perfilando con incrementos en las remuneraciones en el entorno del 20% anual. Varias provincias que acordaron con el sector docente y otros gremios del Estado lo hicieron bajo estas pautas y es probable que las mismas tendencias se proyecten al resto de las paritarias, incluso las que involucran al sector privado que tienen programado comenzar a partir de marzo.
La experiencia señala que ningún país con estabilidad de precios tolera aumentos anuales de salarios de dos dígitos. Por eso, los incrementos nominales en el entorno del 20% tienen que ser considerado como muy altos e inviables en un contexto de estabilidad de precios. Esto legitima las preocupaciones por la sustentabilidad de esta dinámica salarial y por sus implicancias sobre el nivel de precios y la calidad de vida de la gente.
Para dilucidar cuales pueden ser las consecuencias de las negociaciones salariales tal como se vienen perfilando, resulta pertinente analizar la evolución que tuvieron el salario real y el empleo formal en el sector privado en la última década y media. Según datos del Ministerio de Economía y del INDEC aparece que:
• En el 2003, los puestos formales privados eran 3,7 millones cuando el salario real había caído un 42% desde los desde $3.100 a precio del 2009 (que era el promedio 1994-2000) a $1.800.
• En el 2008, los puestos de trabajo formales en el sector privado llegan a ser 5,8 millones y el salario real se había recuperado hasta ubicarse en los $2.900.
• En el 2009, el salario real sube un peldaño más para ubicarse en los $3.000 y los puestos formales en el sector privado se estancan en 5,7 millones.
Los datos son consistentes con la idea de que el importante crecimiento en los salarios fue en esencia una recuperación de lo que se perdió como consecuencia de la devaluación y que la fuerte creación de empleos estuvo íntimamente asociada a este abaratamiento de los costos laborales. De esta manera, el 2009 constituye el punto de agotamiento del modelo de crecimiento del empleo en base a licuación del salario real ya que los salarios reales alcanzan el nivel que tenían previo la devaluación.
Llegada esta instancia, se explicitan las paradojas de una economía inflacionaria. El contexto laboral actual en el que se enmarcan las negociaciones salariales está ceñido a condiciones macroeconómicas –y fundamentalmente fiscales– consistentes con la espiralización de la inflación. De esta forma, los sindicatos reivindican como “conquistas laborales” altos aumentos nominales de salarios que en el marco de la aceleración inflacionaria implican convalidar reducciones en las remuneraciones reales. El gobierno, con el mismo espíritu reivindicador, convalida –y en algunos casos impone– altos aumentos nominales de salarios y trata de liberar culpa señalando a los empresarios como responsables de los aumentos de precios. El resultado es una marcada decadencia social, que repercute con mayor intensidad en los segmentos más vulnerables ya que son los que menos herramientas tienen para defenderse de la inflación. Esto ya fue reportado por el INDEC con las evidencias de que comenzó el deterioro de la distribución del ingreso.
La experiencia de otros países demuestra que es factible generar un proceso de crecimiento simultáneo de empleos y salarios reales con estabilidad de precios. Pero esto no se logra por el camino facilista de paritarias con negociaciones de aumentos de salarios de dos dígitos anuales, sino a partir de generar condiciones que estimulen la inversión, la incorporación de innovaciones y desarrollos de ciencia y técnica, mejoras sustanciales en la educación y la formación de la fuerza de trabajo, y un clima laboral de cooperación sin conflictos laborales permanentes ni judicialidad laboral exacerbada. Esto implica replantear íntegramente la política laboral actual que indujo una multiplicación de ineficiencias, transitoriamente compensadas por el deterioro del salario real, pero que ahora, con un salario real recuperado, tiene como único destino generar más inflación.











Fuente IDESA

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